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Si alguien tiene la
autoridad para hablar sobre medio ambiente en el país, es Julio Carrizosa
Umaña. En 1974, con la aprobación del Código Nacional de Recursos Naturales que
él ideó, fuimos la primera nación de Latinoamérica en tener una legislación
integral enfocada en el cuidado de la naturaleza. En esa misma década, como
director del Inderena, logró en menos de cuatro años la declaración de 17
parques nacionales naturales tan emblemáticos como Los Nevados, Katíos y
Amacayacu.
Este ingeniero civil,
doctor honoris causa de la Universidad Nacional y columnista de El Espectador,
ha sido uno de los intelectuales más reconocidos en los últimos años por sus
reflexiones frente a urbanismo y ecología.
En esta entrevista Carrizosa asegura que le “entusiasma” la
gestión de la nueva ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, pero cree que
necesitará una legislación más fuerte para detener los abusos contra los
recursos naturales.
Tres meses después de
haberse posesionado, Luz Helena Sarmiento impuso una multa sin precedentes en
el sector ambiental colombiano: le ordenó a la minera Drummond pagar casi $7
mil millones por haber vertido 1.857 toneladas de carbón al mar Caribe. ¿Por
fin llegó una ministra de Ambiente que le va a meter dientes a los que pasan
por encima del cuidado de la naturaleza?
La multa a la Drummond
es demasiado baja y si esa es la máxima que se puede legalmente imponer,
significa que hay que modificar la ley. Me gusta más la obligación de limpiar
las playas y me pregunto cómo se hará esa labor y cuál será la posición de la
compañía. En general me parece que las últimas medidas indican que la ministra
puede estar inclinada a cumplir adecuadamente sus funciones y eso me
entusiasma.
¿Qué opina de la
propuesta que hizo Sarmiento frente al futuro de Santurbán?: la ministra
quiere que los campesinos se conviertan en los cuidadores de los bosques y
reciban por ello pago por servicios ambientales.
Esta puede llegar a ser una solución para muchos problemas
rurales y si prospera podría ser un aporte interesante para los proyectos de
desarrollo rural en el posconflicto. Pienso que además sería necesario que
también reciban ingresos por restaurar ese ecosistema, que ya ha sido afectado
por actividades mineras.
¿Qué
cree va a ocurrir con las mineras que tienen intereses sobre ese territorio? Hay una parte de la solución que se está pensando para
Santurbán que todavía no conocemos y la reacción de las mineras dependerá de
asuntos como conocer a qué compañías se les otorgarán títulos mineros, en dónde
y con qué condiciones. Lo cierto es que en Santurbán hay numerosas incógnitas
científicas y tecnológicas que tienen que ver con las interrelaciones entre el
agua y la extracción de mineral.
En Acandí (Chocó) se
acaba de declarar el área protegida número 58, el año pasado también se creó el
parque Corales de Profundidad y se hizo realidad la ampliación del parque
Chiribiquete. Se multiplican las áreas de reserva, pero no se multiplican los
recursos para mantenerlas…
La experiencia demuestra
que declarar parques es urgente aunque no sea posible protegerlos
inmediatamente. Al establecer legalmente la protección se evita la intervención
de personas y empresas que no quieran arriesgarse a incumplir la ley.
¿Qué
retos puntuales considera que tiene la ministra para este año? No
conozco la agenda del Ministerio pero, como bogotano, me gustaría que antes de
terminar el gobierno Santos se resolvieran dos casos: el de la Reserva Forestal
de la cuenca alta del río Bogotá y el de la protección de los suelos
agropecuarios de la Sabana. Además, creo que es urgente que el Minambiente
influya en los diálogos de paz en La Habana.
El
13% del país está protegido por reservas naturales. ¿Qué deudas tiene el
Gobierno con el mantenimiento de estas áreas? Es
necesario aumentar extraordinariamente la cantidad de guardabosques y
guardaparques y mejorar sus equipos, ahí habría una posibilidad para que en el
país disminuyera el desempleo. Cuando se termine la delimitación de su Sistema
Nacional Ambiental, el Gobierno tendrá que buscar soluciones a la gran cantidad
de problemas económicos, ecológicos y sociales que ha traído la concentración
de más del 70% de la población en las montañas y en los valles de la región
andina. Es posible que estemos entrando en un umbral de sostenibilidad con
graves consecuencias.
¿Cuáles
serán las situaciones que se pondrán más críticas? Creo
que las cuatro ciudades principales; Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla,
están entrando en umbrales de sostenibilidad que generarán graves problemas
económicos, ecológicos y sociales. Varios ambientalistas hemos insistido en que
es necesario estudiar qué ciudades de tamaño medio deberían crecer más
rápidamente e, inclusive, en qué sitios deberían planificarse y construirse
nuevas ciudades que fueran ejemplo de sostenibilidad en lo ecológico, lo
económico y lo social. Esas recomendaciones no han sido atendidas, tal vez por
el poder de intereses relacionados con las ciudades principales y un poco por
el temor de embarcarse en procesos en los cuales tenemos poca experiencia.
La Orinoquia sin duda
protagonizará importantes debates. Comienzan a crecer los conflictos
ambientales entre campesinos y petroleros, avanza la siembra de monocultivos.
El Instituto Humboldt —a partir de su caravana por el río Meta—, advierte que
esa parte del país está desarrollándose de una manera desordenada, e incluso
asegura que existen municipios que casi en su totalidad están sembrados por
monocultivos. ¿Qué hacer con la Orinoquia?
El país está en mora de
preparar cientos de especialistas en la Orinoquia; esa región la hemos
simplificado en nuestras mentes como “los llanos” y ahora se simplifica como la
única posibilidad de constituirnos en una potencia agrícola. La Orinoquia es
mucho más que esas dos visiones simples, pero su complejidad sólo puede
develarse mediante alianzas entre la investigación científica y el saber
tradicional.
¿Cuál
es el desarrollo que usted desearía para Colombia? La
palabra “desarrollo” tal vez no es la adecuada, por sus connotaciones
económicas. Pienso que un futuro deseable tendría que ser pacífico, integrado
socialmente, respetuoso de los intereses y del pensamiento de los otros y
fundamentado en la comprensión de la complejidad y los límites de los
ecosistemas en que vivimos.
Pero,
¿cómo imagina el país en el que vivirán sus nietos en 30 años? Mi
experiencia como colombiano en estos setenta años de guerra, corrupción y
narcotráfico me dice que si no hubiera una mayoría de ciudadanos enamorados de
su país, Colombia no hubiera sobrevivido como nación. Miro a mis nietos en ese
contexto de enamoramiento con su propio país y aspiro a que ayuden construir
esa patria justa y bella.
¿Lo
perturba vivir en Bogotá, la ciudad más contaminada de Colombia? Creo
que mi organismo ya se ha adaptado. Me perturba más vivir en una ciudad tan
segregada.
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