Con Santos y Peñalosa, Bogotá está más lejos del metro que necesita

   Por tercera vez en la historia, el presidente Santos anunció la construcción del metro de Bogotá. Esta vez lo hizo de la mano del alcalde Peñalosa quien, luego de ganarse cientos de miles de dólares por promover los sistemas Transmilenio por el mundo, botó a la basura los estudios del metro subterráneo. Los mandatarios montaron un espectáculo por televisión para afirmar que Bogotá estaba más cerca del metro como nunca antes lo había estado, falsedad que expresa su desespero por el descrédito en el que se encuentran.

   La verdad es que la ciudad está más lejos del metro de lo que estaba antes de que Peñalosa se posesionara. El metro subterráneo contaba con un estudio conceptual del año 2009, uno de ingeniería básica avanzada -con 37 mil planos-, un estudio de ingeniería de valor y otro de captura de valor, entre otros documentos técnicos. Para el metro elevado solo existe un informe de la firma Systra, que apenas es un estudio conceptual y que además es secreto, porque no ha sido publicado. La decisión del Presidente y el Alcalde implica volver a empezar casi de cero, pues se tienen que contratar los estudios con los que ya contaba el metro subterráneo, lo que confirma que Peñalosa mintió en enero cuando dijo que la licitación se abriría a finales de este año.

   El anuncio, además de engañoso, es contradictorio. Durante años, el alcalde Peñalosa rechazó los metros elevados por el deterioro urbano que generan. Son conocidos sus trinos sobre ciudades como Bangkok y Manila, en los que criticó con vehemencia los impactos negativos de las estructuras elevadas. Daniel Páez, director del Grupo de Transportes de la Universidad de los Andes, señala que en los últimos 10 años las principales de ciudades del mundo no han construido líneas elevadas que atraviesen los centros urbanos e incluso algunos tramos se han eliminado. Para manipular a la opinión, la Alcaldía está publicando maquetas digitales engañosas, en las que el ancho de los andenes no coinciden con los que existen en el trayecto del metro elevado, como lo ha señalado el senador Robledo.

   Tampoco hay claridad sobre los costos del proyecto. El estudio de Systra solo hace una estimación preliminar de los mismos, los cuales pueden aumentar por las características del suelo de la ciudad y porque ni siquiera se sabe cuánto costará adquirir la enorme cantidad de predios que requiere el metro elevado. Respecto a los sobrecostos, expertos en geotecnia han prendido la alarma debido a los riesgos asociados al hundimiento de las columnas que sostienen la infraestructua elevada, advertencia que comparte Daniel Páez.

   Santos y Peñalosa anunciaron que le quitarán el 25% de los recursos al metro para invertirlos en Transmilenio. Afirmando que serán troncales alimentadoras para que más ciudadanos puedan beneficiarse del metro. Sin embargo, el metro elevado movilizaría menos pasajeros que el subterráneo. De acuerdo con un comunicado de la Alcaldía, el metro elevado moverá 650.000 pasajeros al día, mientras que el estudio del metro subterráneo calculó la demanda en 834.000 pasajeros diarios, confirmando que el de Santos y Peñalosa es un metro mediocre.

   Con la alianza de Santos y Peñalosa, que incluye a Álvaro Uribe –con toda su bancada en el Concejo- y a Germán Vargas Lleras, Bogotá está más lejos del metro que tanto necesita la ciudad. Es inaudito que un proyecto tan complejo se adelante con este grado de improvisación. Urge una gran unidad entre distintos sectores de la Capital para exigirles a los mandatarios que, en lugar de quitarle recursos al metro para promover el negocio de Transmilenio, tomen la decisión de construir el mejor metro para Bogotá.
Por Manuel Sarmiento
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