La primera. Es la de las fuentes sin hojas, ni
bolsas, ni colillas de cigarrillo por dentro. Fuentes o laguitos decorativos
con fronteras de cemento como las del Eje Ambiental. Desde los 90 el alcalde
reclama “los espacios degradados” para rellenarlos con “árboles, bicicletas,
aceras, parques, ríos, lagos, bibliotecas”. Bogotá, que para Peñalosa fue y será irremediablemente
desigual, puede volverse incluyente a través de estos espacios públicos. La
palabra “públicos” es resbalosa: antes de ser “reclamados” los mentados
espacios no estaban vacíos (hubo que mover gente rápido para materializarlos).
Una vez recuperados se destinaron a fines específicos. No todos los tipos de
goce popular pasaron la prueba de urbanismo peñalosista. Hubo restricciones a la noche y el bochinche. Y el
parque de la 26, con estatua ecuestre, se construyó de espaldas a Los Mártires
(de su cancha, partidos de fútbol y vendedores de paleta).
En sus intervenciones, el alcalde reitera
que desconfía de las decisiones que tomen los habitantes de barrios pobres y
por esto decide por ellos. En 2008 afirmó que extraer fondos a las localidades
ricas para transferirlos a las de menores ingresos no resuelve la desigualdad.
“Aquellos que gastan los fondos que no generan por sí mismos, tienden a hacerlo
de manera ineficiente”. Tampoco se fía de sus elecciones políticas: “para
empeorar las cosas, los ciudadanos más pobres con menores niveles de educación tienden
a ser presa fácil de demagogos y corruptos”.
La
segunda. Es el agua de los chorros a presión de las mangueras con las
que bomberos, policías y soldados limpiaron el Cartucho. La misión, además de
destruir redes criminales, era desalojar y dispersar miles de habitantes de
calle, demoler propiedades, construir un parque. En el apogeo citadino del
también llamado “milagro bogotano”, cuando Transmilenio
unía al extremo sur con sus trabajos al norte, quedó poco espacio para
críticas. Mientras tanto desde Soacha hasta Bucaramanga se sentía el
desplazamiento de habitantes del Cartucho
y cuadrillas de limpieza paramilitar hacían barridas en algunos barrios.
Sus panfletos fotocopiados amanecían pegados en los postes.
El alcalde se fue convirtiendo en una
celebridad mundial. Conferencista, protagonista y autor de un pocotón de
literatura, Peñalosa pontifica
cuando puede: “una biblioteca en un barrio pobre simboliza confianza de la
sociedad en la inteligencia de los jóvenes ciudadanos; un programa de comida
gratis expresa lo contrario”. El consenso que lo abraza como gran urbanista
hace difícil revisarlo, preguntarle sobre el precio que ha tenido que pagar la
población más vulnerable por su visión de ciudad. Hace difícil que se discutan
sus legados peligrosos, la segregación de barrios de interés social, la
creación de la Unidad Permanente de Justicia, UPJ (con todo lo que esta
permite), los retrocesos en materia de políticas de drogas que le cuestan tanto
a la población con adicciones. Con transporte y seguridad, parques y andenes,
Bogotá se movió más rápido, pero reprodujo las mismas formas de exclusión y de
brutalidad policial del pasado.
El
tercer tipo de agua es el de la lluvia. La que se resbala por los
canales que atrapan el aguacero y lo llevan hasta el río Juan Amarillo, el
Fucha y el Tunjuelito. En los drenajes se han acomodado habitantes de calle
desplazados, primero del Bronx y
luego de cualquier parte. Tras fuertes lluvias, muchos fueron arrastrados aguas
abajo. La alternativa que les brinda el Distrito es asistir a albergues para
someterse a una abstinencia forzada. Como de costumbre, Peñalosa decidió por ellos.
ElEspectador.com - Bogotá, que para Peñalosa fue y será irremediablemente desigual, puede ... Con transporte y seguridad, parques y andenes, Bogotá se movió más rápido ... el aguacero y lo llevan hasta el río Juan Amarillo, el Fucha y el Tunjuelito.
Comentarios
Publicar un comentario