Por: Mario Méndez* El alcalde de Bogotá rescató para el
vocabulario corriente el término bolardo, definido por el DRAE como “poste de
hierro colado u otra materia hincado en el suelo y destinado a impedir el paso
o aparcamiento de vehículos”.
Pero la gente lo relaciona con “cemento”, y
cemento es lo que aparece en los planes de Peñalosa
para Bogotá, sean avenidas o edificios de apartamentos, y precisamente en los
terrenos que conforman la Reserva Thomas van der Hammen.
Resulta seductor para Peñalosa todo lo que tenga relación con
el polvillo aquel, pero en el fondo hay algo de mayor bulto que esta referencia
simple: el favorecimiento de ciertos intereses, entre los cuales muy temprano
apareció la noticia de que uno de sus miembros de gabinete es propietario
justamente allí.
Al alcalde no le importa
que la Reserva tenga características especiales. Para descalificar el proyecto
ambiental, Peñalosa sigue hablando
de “potreros”, en aparente ignorancia sobre la calidad de los suelos, pero
sabiendo que al utilizar un término despectivo logra arrastrar la opinión de
mucha gente que carece de criterio para opinar frente a un asunto de
trascendencia.
Los terrenos de la Van der
Hammen constituyen “un pulmón de
Bogotá después de los Cerros, para garantizar la conectividad ambiental entre
los Cerros Orientales y el río Bogotá, mejorar la calidad del aire y proteger
la diversidad de especies de la Sabana”. Para llegar a estas conclusiones, el
proyecto de la Reserva se sustenta en por lo menos diez estudios, la mayoría a
cargo de la Universidad Nacional.
Primero habló el
mandatario bogotano de un plan para miles de viviendas que bien pudieran
edificarse en terrenos menos sujetos a controversia. Pero no. A la primera
autoridad de Bogotá le atrae casi morbosamente que sea allí, en la Reserva,
dejando la sospecha de intereses billonarios en juego.
En la Reserva están el
Bosque de las Mercedes, la quebrada La Salitrosa, humedales como el de
Torca-Guaymaral y el Bosque de las Lechuzas. Geomorfológicamente, estamos frente
a un sistema de montaña, piedemonte, altiplanicie y valle inundable, en
condiciones hidroclimatológicas más húmedas que las del resto de la Sabana
(infiltración hacia los acuíferos de los Cerros), con positivas implicaciones
que claman por la protección de esos terrenos.
En cuanto a las especies
vegetales que pueblan el espacio de la Reserva, hay 514 de gran interés
científico, además de unas 180 de pequeños mamíferos ausentes de otras zonas
del norte capitalino, y mariposas nuevas. En algunos casos, nos encontramos con
especímenes únicos, así como con especies en vía de extinción, incluso
registradas como desaparecidas y que han vuelto a aparecer según el Jardín
Botánico de Bogotá.
En fin, la importancia de
la Reserva Van der Hammen exige que
se dejen oír con fuerza algunos personajes como Manuel Rodríguez Becerra,
primer titular del Ministerio de Ambiente del país; Juan Mayr Maldonado,
exministro también de la misma, y Andrés Hurtado García, admirablemente terco
en la defensa de los recursos y del medio.
*Sociólogo de la Universidad Nacional.
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