Por Jorge
Iván Cuervo R. Voté
por Peñalosa para su primera
alcaldía ante la posibilidad de que Moreno de Caro pudiera ser alcalde de
Bogotá, y porque en ese entonces la tesis de modernización de la ciudad, luego
del ajuste jurídico institucional de la alcaldía de Jaime Castro y de la
llegada de la cultura ciudadana de Mockus, parecía una propuesta de vanguardia.
Si bien en términos generales fue una buena
alcaldía, siempre me quedó la duda de por qué Peñalosa se había resistido a la construcción del Metro, y por qué
el eje del desarrollo era el de los equipamientos urbanos y la infraestructura
vial, dando la espalda al discurso del desarrollo sostenible que ya había
ingresado en la agenda pública.
Luego de esa experiencia, Peñalosa trató de manera infructuosa de
pasar al escenario político nacional, como candidato al Congreso y a la
Presidencia, donde fracasó de manera estruendosa, lo cual hizo que recogiera
velas y se dedicara de nuevo a regresar a la alcaldía., donde también fue
derrotado.
Creímos que luego de la
experiencia de tres gobiernos de izquierda – con resultados agridulces, bien en
términos de política social, y regularcitos en todo lo demás, y el tremendo
lunar del saqueo al erario que significó la alcaldía de Samuel Moreno-
ahora sí se recuperaría Bogotá, como decía el eslogan de campaña de Peñalosa.
Pero no. Desde el mismo
momento de la inscripción de su candidatura empezaron los fraudes. Se presentó
como inscrito por un grupo significativo de ciudadanos pero en realidad era el
candidato del partido Cambio Radical. Luego, el debate sobre sus títulos, que
si no fueron necesarios para su primera alcaldía, no lo eran para esta, pero él
se benefició de una información errada sobre su título de Doctor que fue usada
en campaña y en eventos donde era presentado como tal, sin que hubiera
realizado aclaración alguna.
Peñalosa lleva 8 meses viviendo de enunciados de política y del
retrovisor a la gestión de Petro,
demostrando que durante estos quince años se dedicó a vivir del cuento y
no se actualizó en los temas que hoy exige el gobierno de grandes ciudades,
donde lo ecosostenible es el eje estructurantes del desarrollo y, lo más grave,
no entendió la transformación de la ciudad, en términos políticos y sociales,
con una ciudadanía mejor informada y más exigente. Se le nota en sus
intervenciones, dubitativo, sin cifras, sin datos actualizados, sin evidencia,
contradiciendo lo que dijo años atrás, con arrogancia, con voluntarismo.
Ha desconocido los
estudios sobre la necesidad de preservar la reserva Van der Hammen, con el argumento de que ya está intervenida y en su gran mayoría
parece un potrero;
Retomó la idea del Transmilenio por la carrera séptima, que había sido abandonada por la administración
anterior con buen juicio, sin mayores argumentos y sin estudios conocidos;
Hizo aprobar unas reservas futuras para el Metro, sin estudios, por lo cual la Fiscalía investiga a los concejales
que lo hicieron; descartó el diseño para la primera línea del Metro, avalado
por el gobierno nacional y el Banco Mundial, por la idea de un Metro elevado,
con estudios que fueron contratados con posterioridad para validar la
decisión,
Intervino el Bronx sin tener una
estrategia de atención integral, con los resultados conocidos. Un desastre.
Peñalosa tiene el peor índice de aprobación de un alcalde de ciudad
capital al inicio de gobierno, cuando se da por descontada una luna de miel con
la opinión. Si bien en esta oportunidad no voté por él, como ciudadano me
siento engañado, y creo que si las cosas no mejoran de manera sustancial en lo
que queda del año, están dadas las condiciones para que en el próximo sea el
primer alcalde revocado en Colombia.
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