Pasado
más de un mes desde que un gigantesco operativo desmanteló el epicentro de la
criminalidad bogotana conocido como El Bronx, el
Distrito anunció orgulloso que esta intervención no sólo había logrado poner
fin a esta “república independiente del hampa” sino que a su vez había
impulsado un cambio positivo en los indicadores de seguridad en el
centro de la ciudad. Sin embargo, pese a este presunto triunfo inicial hay
reportes que indican que los fenómenos que estaban asociados a este sector
estarían migrando hacia otras zonas de la ciudad, y aunque las autoridades han
buscado mantener su presencia en “zonas rojas” como los barrios San Bernardo y
Cinco huecos, lo cierto es que la proclamación de una nueva república del
crimen en Bogotá parece
estar a la vuelta de la esquina.
La caída del infierno en Bogotá, ¿una ventana hacia la
seguridad?
El pasado 28 de mayo
con más de 2.500 hombres de la Policía Nacional, el Ejército y una retaguardia
institucional conformada por la Fiscalía, el ICBF y las secretarías de Salud e Integración
Social, las autoridades distritales incursionaron en el deprimido sector del Bronx ubicado en la localidad de Los Mártires a
tan solo unas cuantas cuadras del centro político de Colombia. Con este
operativo se pretendía recuperar una zona que desde el desmantelamiento del
barrio El Cartucho a finales del siglo pasado, se había
convertido en el principal centro de operaciones de varias de las principales
organizaciones criminales dentro de Bogotá conocidas como Ganchos.
Estas organizaciones
comandaban una serie de actividades ilícitas que les permitían obtener una
inmensa cantidad de recursos. Se calcula que con tan solo el negocio del microtráfico se generaban ganancias de aproximadamente
130 millones de pesos en tan solo un día y esto sin contar otros importantes
rublos como el tráfico de armas, la prostitución y el sicariato. Igualmente la presencia de
una economía
informal basada
en el reciclaje y
en el alquiler de piezas o cobijas favorecía la presencia de habitantes de la
calle, que aunque si bien no pueden ser catalogados como causantes de la
criminalidad en la zona, si facilitaban la presencia de “ollas” o centros de
expendio y consumo de drogas
Sin embargo a este
infierno no sólo llegaban personas de escasos recursos. Es sabido que el
expendio de narcóticos cobijaba individuos de todos los estratos sociales
llegando a sumar más de 5.000 clientes durante el fin de semana. ¿Cómo era
posible la existencia de un mercado de semejantes proporciones? pues bien, con
las inmensas ganancias de las actividades ilícitas, las organizaciones
criminales poseían un inmenso potencial corruptor frente a las instituciones
públicas. Actualmente están siendo investigados 30 funcionarios públicos
pertenecientes a la Policía Nacional y el
CTI por recibir sobornos de
parte de los ganchos para permitir el microtráfico. (El Tiempo, 2016)
Es por eso que es
pertinente la analogía de que el Bronx
funcionaba como una especie de Estado independiente. Las organizaciones
criminales mantenían el monopolio de la fuerza y además imponían un orden
social a la población del lugar, basado en el miedo y el silencio frente a las
autoridades. Era entonces necesaria alguna intervención y según el distrito, el
operativo del 28 de mayo permitió disminuir del 42% en la criminalidad, mejorar la percepción
de seguridad e
iniciar un proceso de rehabilitación para 2.049 drogodependientes.
¿Ante la presencia de un espejismo?
Aunque son evidentes
los resultados positivos de la intervención de las autoridades en El Bronx, es de vital importancia no caer en un
espejismo. Entre las principales críticas que se erigieron en contra del
operativo se encuentra la falta de un componente social a largo plazo que
impida que la población drogodependiente tratada vuelva a recaer en una espiral
adictiva. Así mismo, los disturbios seguidos a la intervención institucional en
las zonas comerciales aledañas como Plaza España, también fueron materia de
críticas por parte de los detractores de esta intervención quienes afirmaron
que el Distrito no tenía preparado un plan de contingencia para tal
eventualidad.
Sin embargo a un mes
del operativo, otros aspectos que debían ser tratados han cobrado relevancia.
El tráfico y distribución de drogas en la ciudad sigue siendo un negocio
altamente rentable, y pese a que se encontraba centralizado en El Bronx, los ganchos habían iniciado un proceso de
expansión hacia otros sectores de la ciudad como Suba, Kennedy y Ciudad
Bolívar de acuerdo a varios reportajes de prensa en El Espectador y El
Tiempo. Igualmente el consumo de estupefacientes también se ha consolidado en
lugares como bares, universidades y colegios, por lo que cada vez son más
diversos los canales de distribución y no se concentran solo en ollas.
La corrupción que
facilitó la proliferación del Bronx es
otro elemento a tener en cuenta. Sin una estrategia clara que depure las
instituciones públicas de elementos cooptados por el crimen organizado, será
muy probable que ante la existencia de nuevas ollas no exista una respuesta
efectiva a nivel institucional. Adicionalmente se requiere una ostensible
mejora en la justicia sin la cual es imposible disuadir a los
actuales y futuros criminales de participar en actividades ilícitas.
Los antecedentes son
varios, y con la intervención del Cartucho se creó un espejismo de tranquilidad
que dio paso al posicionamiento de El Bronx como
la peor olla de la ciudad. Podría repetirse esta historia ya que existen
reportes de sectores que se están fortaleciendo como nichos de criminalidad.
Un caso específico es
el del barrio San Bernardo, ubicado en la localidad de Santa Fe y cercano a la
zona de influencia de El Bronx. Desde el año pasado ya
se registraban enfrentamientos armados entre ganchos por el control de los
centros de expendio y un proceso de compra de predios para actividades ilegales
por lo que las autoridades aumentó su presencia, pero todavía falta mucho por
hacer para impedir el surgimiento de otra república criminal al interior de
Bogotá. Tomado:
Repúblicas criminales en la capital de la República
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